sábado, 6 de febrero de 2010

POR EL RETROVISOR / Oscar Hernández Bernalette


Sin ánimo de navegar por las aguas de la crítica literaria, quiero dejar constancia de la grata impresión que me produjo la lectura de este último texto de Víctor Hugo D Paola, Mirando atrás sin rencor, Ediciones Fundación Espacio Abierto, Caracas, 2009. Conocíamos de Víctor su trayectoria como luchador social, político de la izquierda honesta, culto, de una trayectoria parlamentaria reconocida y como uno de los fundadores del MAS, ese maravilloso partido venezolano que despertó a tantos revolucionarios que buscaban superar a la izquierda dogmatica y que soñaban con un verdadero partido socialista que izara las banderas de la democracia que habían denegado otros partidos provenientes de la “gauche répulsive”. Sus cualidades como escritor son una sorpresa.

A través de 22 episodios narra historias de su vida política y sus vivencias personales dentro de un entorno en plena transformación. Víctor nos rememora de una manera erudita, con una pluma diáfana y con gran honestidad intelectual como vio y vivió muchos acontecimientos de la realidad política contemporánea, como dirigente del MAS y parlamentario en los que le correspondió ser protagonista de primera línea de muchas experiencias políticas que marcaron su vida y las cuales en buena medida le permitieron advertir dentro de su propio partido los tiempos difíciles por venir. Nos sugiere que quiso escribir esos recuerdos para que no se perdieran “en la esquiva memoria de nosotros”.

Como viajero incansable por las circunstancia de su oficio y por su vocación de conocedor de mundos, muchas de las historias que nos narra parecieran mas la secuencia de un formidable navegante, quien no deja que se le escape nada de lo que lo rodea y que la mayoría de las veces pasarían desapercibidas para otros que lo acompañan. Sus interesantes encuentros con personajes de la vida política cotidiana venezolana, con otros de reconocimiento internacional y con simples militantes de los partidos, le permite conocer al lector a través de su narración, intimidades del quehacer político que en la medida que es él quien nos las cuenta las hace parte de la historia, registrable, gracias a la oportunidad que nos brinda al no dejarles incrustadas en su memoria y excluirnos de conocer detalles de sus historias.

Desnuda con su mirada personal personajes que para quien estas líneas escribe desconocía y que pensaba que sólo eran parte de la nueva historia política contemporánea. No fueron pocos los años que milito en la izquierda venezolana para no conocer la procedencia y conducta humana de muchos personajes que hoy rigen la vida de nuestro país. Sus encuentros con Fidel, con Chávez, con Miquelena, José Vicente Rangel, Sarney, el todopoderoso Andrei Gromiko y su entrañable amistad con Teodoro y Pompeyo, giran alrededor de su texto permitiéndonos que estas historias ya no sean sólo del conocimiento de una minoría privilegiada y que fueran además los actores de esos cuentos. Advierte, que a través del texto “buscaba congraciarme con lo mejor de mi pasado, rendir homenaje a mis compañeros vivos o muertos, no hacer daño a nadie aunque si poner sobre el papel el rostro negativo de algunos que en cualquier momento se relacionaron con nosotros para mal”. Quien le ponga los ojos a este texto disfrutara de unas vivencias llenas de detalles, bien escritas y sobre todo de gran honestidad. Ojala que Víctor Hugo entienda que es un virtuoso de la narración y que además de su pluma como articulista nos siga brindando la oportunidad de volver a leer algunas otras de sus tantas experiencias.

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